MIS RECUERDOS DEL LAVADERO DE ARMILLA.

 


 Crónica de Salvador Cantos López


 


          Creo que en alguna crónica anterior hacía mención al lavadero que teníamos en el pueblo, desgraciadamente desaparecido. Contaba con seis pilas de lavar por cada lado, de modo que las mujeres se situaban seis de cara a las otras seis. Yo acompañaba a mi madre muchas veces  a lavar la ropa (lo habitual era que las madres se llevaran a su chiquillería). Para mí era increíble y como algo de magia  que todas hablando a la vez fuesen capaz de entenderse. Era muy típica la imagen de las madres con la canasta de ropa apoyada en la cintura y un niño de la mano, calle Real abajo. Hay que reseñar que en la décadas de los 40-50 en Armilla no había agua corriente, por lo tanto muchísimas familias no podía lavar en su viviendas al no ser que contaran con aljibe.

Además del lavadero existió un abrevadero para las bestias, pues cada labrador tenía su yunta y algunos dos y a eso habría que añadirle los mulos y borricos que poseían los basureros. El agua procedía de la acequia gorda, por lo tanto no era potable. Este  abrevadero se encontraba delante del lavadero a orilla de la carretera y tenía una especie de penacho en forma de medio punto y en lo alto una pequeña cruz de Caravaca. Por  la parte de atrás del lavadero había una tapia a media altura como delimitando una propiedad. En ella solían tender las mujeres las sabanas a secar y solear. Entre el lavadero y el abrevadero había una franja, y más allá, se extendía el césped, lugar donde también se tendía la ropa. De esta forma, tras estar un buen rato  la colada allí las lavanderas regresaban a casa con la ropa lavada y seca.

También recuerdo  había mujeres que lo hacía a sueldo, o sea,  lavaban la ropa de alguna persona pudiente que pudiera pagar esta faena tan dura y engorrosa. 

La última labor de la jornada de lavado, si el tiempo lo permitía, era meter en la pila a los niños y bañarlos bien bañados. Frotando a base de bien…como un rato antes habían hecho con las sábanas, ropa  y lencería variada. Ya te digo: era  una mañana o una tarde bien aprovechada pues a casa volvía la madre con los niños bien aseados y  curiosos y con  la ropa requetelimpia, oliendo a sol.

 

 

Fotografía: EL antiguo lavadero de Armilla, con las señoras en su tarea, la autoridad, los labriegos y los mulos.

 

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