EL PUCHERO, LA VEGA DE ARMILLA, EL "ACEQUIADERO" Y ALGUNAS COSAS CURIOSAS MÁS.

 

Una crónica de Salvador Cantos López.



 

 

La mayoría de los casas del pueblo poseían un corral donde se criaban pollos y gallinas, conejos y la marranera para el cerdo. Casi todas las familias hacían la matanza, y era costumbre, regalarle, a los más allegados, los avíos para un puchero, es decir,  la morcilla, un trozo de tocino, unas costillas, longaniza, y la salchicha. Normalmente  estas costumbres eran “palos prestados” como vulgarmente se dice.

 En las fincas también se sembraban hortalizas, tomates, pimientos y demás. Donde hoy está el polideportivo, había una finca llamada Las Trepas. En primer lugar la tuvo en labranza, mi tía María, los padres del Pepe el Trepas el de las piedras de mármol y demás hermanos y hermanas, que luego vivieron en el cortijo Colorado, en la inmediaciones del convento de las Carmelitas. Después la cogió “el Palillos”. Dicha finca se dedicaba a las hortalizas que se vendían en el mismo sitio. Era muy curioso, las mujeres se acercaban hasta el sembrado y allí mismo y sobre la marcha le cortaban lo que querían. Era una finca con mucha producción: lechugas pimientos, tomates pepinos, coles…., en fin de todo.   Esta finca tenía una particularidad muy peculiar: se  regaba abundantemente con las aguas fecales del orfelinato y, oye, no le iban nada mal esas aguas negras  pues las hortalizas crecían jugosas y apetecibles….Ya te digo…¡¡ Curiosidades de la Madre Naturaleza!!

        Bueno ya os he contado algo más de nuestro pueblo,. Un pueblo que, por desgracia y signo de los tiempos que corren,  ha perdido toda su rica vega. Esta vega se mantenía  fértil, generosa, llena de lustre  y rica gracias a una extensa  red de regadíos. Por un lado las aguas del río Monachil, que se repartían desde el barranco, en las cercanías de los Ogíjares a la Presa Mala, hoy principio de la Avenida de las Palmeras, y de allí para el Chorrillo y el Camino del Jueves y por el otro lado la acequia de la Cerraca y la Acequia Gorda, que también surtía de agua el lavadero público.  También existía  por entonces la figura del “acequiadero”, un hombre que ejercía las funciones de vigilancia. Era este personaje una especie  de guardia del  reparto del agua de riego y que siempre estaba “ojo avizor” para que se cumplieran los días de pertenencia del agua para cada finca o parcela. No podemos olvidar que este elemento, el agua, era, y es, puro oro líquido.

 

 

Fotografía: suculento plato de puchero

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