TRANVÍAS DE ARMILLA ( Segunda parte )

Tranvía llegando al filato.

Archivo fotográfico Pepe Morenilla

           Los chavales mayores, los de 14 o 15 años para arriba, hacían travesuras más gordas, como era marear al cobrador, sobre todo cuando el tranvía llevaba “jardinera”. (la “ jardinera” era un vagón más pequeño y sin motor) Entonces los muchachos se subían por un sitio y cuando venía el cobrador se bajaban por el otro. Otras veces “sacaban trole” y esta faena era bien temeraria pues pegaban con los palos en los postes y esto era un peligro. A los tranvías de mercancías, sobre todo a los que iban camino de Santa Juliana con cinco o seis vagones cargados de remolachas y que tenían que esperar en los cruces, los chavales le pillaban las vueltas a los guardas y cuando se ponían en marcha le quitaban algunas remolachas que servían de alimento para los animales. 

              Ya de jóvenes íbamos a “Graná “al cine y como no había dinero para la vuelta regresábamos subidos en el estribo o andando si éramos tantos que no había sitio en dicho estribo para todos.. Algunos cobradores hacían la vista gorda y llegábamos tan panchos a nuestro destino sin gastar una gorda. En el cruce de la carretera de Armilla con el Camino de Ronda ( o “ La Redonda”) había una aduana que conocíamos por “ el filato”. Allí un inspector se subía por una parte del vehículo y salía por la otra revisando si había alguien con algo que declarar. De esta aduana y sus trabajadores se conocen miles de anécdotas como aquella en la que un inspector le dijo a su compañero: “ He estado a punto de llamarte para que vieras la cara de marrano que tenía uno de los pasajeros” a lo que le contestó el otro:”Ya te han dado, que unos bromistas han disfrazado un cerdo con chaqueta y sombrero” , diciendo el primero entonces:” ¿ Y tú cómo lo sabes?” “ pues porque a mí también me engañaron el mes pasado” le respondió el otro. 

           Podría contar muchas más historietas, aventuras y recuerdos relacionados con el tranvía al que todos considerábamos como un elemento imprescindible y esencial en nuestro paisaje. Por muchas comodidades que tenga el nuevo medio de transporte muchos siempre recordaremos con cariño la inolvidable estampa de ese entrañable vehículo amarillo, con sus asientos de madera y su característico ruidillo ( el “ trac-trac” sobre las vías, o el tintineo de su campana ) que llenaba de alegría y vida las calles de Armilla . Aún me parece sentir cómo el frío invernal se colaba dentro ( no tenía puertas) y cómo en verano aquello parecía un horno y el olor a “sobaquín” de las personas que atestaban el vehículo después de estar trabajando todo el día ( además, ya se sabe en aquellos tiempos no había a tantas duchas como ahora) que se mezclaba con el “aroma” que desprendían los géneros trasportados juntamente con los animales ( el tufo de las gallinas, chotos, conejos...además del de los quesos, embutidos..etc que se llevaban al mercado para venderlos). 

         Yo que soy un nostálgico de ciertas cosas de tiempos pasados. Si se pudiera escoger el modo de vivir y dónde vivir, por supuesto que me quedaría cómo vivimos ahora y en Armilla, pero con algunas cosas de tiempos atrás como la sociedad, la amistad, el compañerismo y , cómo no, los tranvías de antes. 

Una crónica de Pepe Morenilla.