Una
crónica de Salvador Cantos López recogida en el grupo de Facebook
“Armilla, recuerdos de mi pueblo”
De otra cosa que quiero hablaros es que más
abajo, en la calle Real y a continuación del callejón de Ramírez, de la casa de
Pepe “el Palolo”, y de mi abuela, vivía
Rosario “la Pepe Porras”, por el mote que se conocía a la familia. Su hija
María casada con un empleado de la heladería Los Italianos en la Gran Vía de
Granada, puso un despacho de helado que hizo las delicias del pueblo por su
extraordinaria calidad, y se podía consumir tanto en los ricos cucuruchos de
barquillo ,en tarrinas para llevar a casa, o las barras para los cortados. (Los
cortados se hacían poniendo unos cuadraditos de barquillo a cada lado de la
barra de helado y se daba un corte con un cuchillo bien afilado, que mojaban
previamente, que suavemente cortaba el cacho de helado bien fresquito. Yo miraba hipnotizado y se me hacía la boca
agua. La mano experta cortando la barra de helado, sobre todo cuando era un
“corte doble”…es decir, doble ración y doble grosor… Los “cortes” podían ser de
dos sabores, vainilla y chocolate…o tres, nata, chocolate y vainilla) No había
tanta variedad de sabores como hay ahora y a los niños de entonces nos sabían a
gloria bendita y un motivo de fiesta. Los “cortes” era un helado más típico de
madres y abuelas, los chiquillos casi siempre preferíamos los cucuruchos (si tardábamos
mucho en tomarlos y hacía mucho calor el final del cucurucho se convertía en
una masa blanda y goteante de helado desecho mezclado con barquillo informe que
nos dejaba buenos lamparones en la ropa, cosa que, por otra parte, nos
importaba bien poco).
Eran habituales
las colas en las tarde- noche de verano para adquirir los helados, sobre
todo cuando la gente se dirigían al “cine de verano del Calvo” en las Tres
Cruces.
Ahora me ha venido a la memoria otro producto
que se vendía por la calle también con su pregón característico, que se
compraba o se cambiaba por botellas o por alpargatas viejas. Eran los
barquillos de canela y otros sabores, una especie de hostias del diámetro de
una hogaza de pan y de cuatro o cinco milímetros de grosor. Eran
crujientes y al rato te producían una
bola seca en la boca. Creo que entraban más por su apariencia vistosa y
llamativa (Grandes círculos de barquillo grandes, redondos, de colores
brillantes) que por su sabor. Cansaban rápidamente, eran bastante insípidas y,
ya te digo, te resecaban, no te producían esa bocanada de frescor de los
helados de antes. En definitiva era algo
que gustaba más al sentido de la vista que al sentido del gusto…Por lo menos,
por lo que a mí respecta.
::::::::::::::::::::::::::::::
No hay comentarios:
Publicar un comentario