LOS NIÑOS EN LA ARMILLA DE ENTONCES

 

LOS NIÑOS EN LA ARMILLA DE ENTONCES

 

Una crónica de Salvador Cantos López aparecida en la página de Facebook “ Armilla, recuerdos de mi pueblo”.


 


 

 Hoy os voy a hablar de los niños de la década de los cuarenta, sus juegos, costumbres, y trabajos. En aquellos tiempos los niños trabajaban en lo que podían, sobre todo en vacaciones y festivos que eran muchos. Os decía en otro escrito os contaría el porqué de los boquerones. Pues bien en la placeta en la que  está el kiosco de los churros y lo que fue la entrada a “Cenarro”, estuvo durante muchos años el bar Ramales y allí se subastaba el “pescao” que venía de Motril. A esta subasta acudían los vendedores de los pueblos de arrendador a comprar y venderlo por las calles.  Entre ellos recuerdo a  Gonzalo, a  Vitoriano, a Jaime “el Tarea” y algún otro. Otro lugar donde se hacía  la subastaera donde en la actualidad se encuentra el bar “las tres copas”, los niños de algunas familias acudían a ayudar a los pescaderos a cargar las cajas que compraban en las bicicletas o remolques y carrillos de mano. Los hombres entonces le daban a cambio un puñado de “pescao”, mayoritariamente de boquerones que era el “pescao” más  popular.

  El bar “Las tres copas”  lo montó el señor que cantaba la subasta, apodado “Veneno”, por su mal genio y en principio fue un kiosco para vender copas de anís tanto a los pescaderos como a las campesinos cuando se dirigían a sus labores. En aquellos años de posguerra había muchos niños, prueba de ello es que cuando midieron a los quintos que habían nacido en el 40 fue la de más mozos de la historia de de Armilla con diferencia a todas incluso doblando con creces todas las anteriores y posteriores. Se decía que cuando nuestros padres vinieron de la guerra traían el dedo puesto en la punta para que no se salieran los espermatozoides.

          El pueblo estaba claramente dividido en dos partes: desde  la base aérea hasta las Bodegas Alonso. También se podía dividir desde el puente de la era (una parte)  y de allí a las Bodegas la  Goma o al lavadero (otra parte). A unos los llamaban los  "pelúos” los otros los "patas negras".

 

Los niños no acostumbraban a mezclarse mucho por las peleas. Los juegos más populares de entonces eran varios:

 

-Fúbol: Se jugaba con una pelota de trapos viejos hechos una bola con cuerdas y las porterías con dos piedras, y sin guardar el reglamento de participantes.

 

-“El boli”: Un juego hoy olvidado. Consistía en un trozo de madera redonda de unos 10 centímetros de largo y con las dos extremos terminados en punta aguda, se depositaba en el suelo, y con una vara de medio metro se golpeaba un la punta y se levantaba al aire y entonces con la misma vara se golpeaba con fuerza hacia adelante y ganaba el que más lejos llegaba en tres saques.

-“Saltar el borriquito”: Uno de los niños se ponía inclinado de la cintura y con los brazos cruzados en el pecho y las piernas rectas. Podía ser  con "picosa" o sin “picosa”. “Con picosa” consistía en que  a la hora de saltar, (pues se ponían todos en fila india), con el talón de la pierna derecha golpeaban el culo del que hacía de “borriquito”.

  -"Justicia y ladrones": Muy parecido al escondite, pero con dos bandas y se jugaba por  todo el pueblo, excluida la vega. Comenzaba la búsqueda de unos a otros y cuando se atrapaba un contrario se le ataba a cualquier cosa con una cuerda, y así hasta que ganaban los que más contrarios inmovilizaba. A mi concretamente me amarraron a en olivo frente a la puerta del cementerio, se olvidaron de mí hasta que  me desató un regador que pasó por el lugar, pase mucho miedo.

 -“Las guerrillas”: Este era un juego más salvaje y peligrosos. Se trataba de  guerrillas a pedradas. Para eso necesitábamos la colaboración de los churrianeros. El campo de batalla lo situábamos desde el cortijo de San Cayetano hasta Churriana. Las pilas de estiércol de los “Españuela” no servían de trinchera y en la batalla se empleaban tirachinas o gomeros, que es como lo llamábamos. También usábamos n hondas que fabricábamos con las hebras de cáñamo que ponían a secar en las eras. La a batalla terminaba cuando encerrábamos al enemigo en su pueblo, o alguna persona mayor se agarraba a ostias con nosotros. La verdad es que los armilleros siempre ganábamos, igual que en fútbol, hay que tener en cuenta que San Miguel Bendito tiene más cojones que el de Churriana.

 Los entretenimientos eran mayormente, fabricando nuestros propios juguetes. Utilizábamos mucho los carretes de madera vacíos del hilo de coser. Construíamos patinetes con una tabla de madera y tres rodamientos de los coches, con las cual echábamos carreras desde la base aérea hasta el convento de las monjas, que allí la carretera estaba asfaltada. Por el contrario desde la base aérea hasta la puerta de la iglesia era la carretera de adoquines, y se rompían los cojinetes. Esta actividad podríamos hacerla porque en todo el día no pasabas más de 3 o 4 coches, es por ello que el paseo principal del pueblo era la carretera. Los días de fiesta todas las muchachas y muchachos, en fin casi todo el pueblo, utilizaba la misma ruta que nosotros con las patinetes. Por cierto, en el descampado que hay desde la puerta de entrada a la base hasta las monjas, por estas fechas primaverales  se ponía todo cubierto de un precioso manto de unas florecitas de color morado claro que salían de unas cebollitas del tamaño de un garbanzo. No sé, la verdad, si aún seguirán floreciendo.

 Otro entretenimiento era el que nos proporcionaban las “galberas”  del cáñamo que los labradores montaban en las eras hasta su elaboración. Los grupos de amigos hacíamos cuevas y allí nos refugiábamos a contar cuentos y a leer tebeos. Estos tebeos casi todos eran de guerra, como uno que trataba de la 2° guerra mundial, llamado “Hazañas Bélicas.”. También recuerdo lo de “Roberto Alcázar y Pedrín”  “ el Guerrero del Antifaz”, que trataba de la guerra con los moros, “El Cachorro”…A los mayores les gustaba más las novelas del Oeste de Marcial Lafuente  Estefanía y Fidel Prado, a los mujeres las aleccionaban con los folletines de Corín Tellado, y sus historias de  amores “pastelosos” y muy castos.

 Como veréis los niños de mis generaciones no nos sentábamos nunca y todo el día corriendo y nuestros padres tan tranquilos. Hubo un tiempo que nos asustaban con “los mantequeros”: Resulta que un médico creó la teoría de que la tuberculosis se curaba bebiendo sangre de niño y los ricos con tuberculosis la compraban. En aquellos tiempos la enfermedad tenía tintes de casi pandemia. En Armilla no recuerdo yo que se perdiera ningún niño, pero en toda España si se dieron casos, no sé qué habría de verdad, eran tiempos muy oscuros  y en la prensa nunca se decía  nada.

  Los niños solían realizar muchos trabajos en el campo:  Recogían r papas detrás del arado, destallaban tabaco y  lo colgaban  lo en el secadero, hacía ruidos para asustar a los gorriones y que no se comieran las semillas de cáñamo lino o trigo (Los pájaros eran auténticas  plagas no como ahora que se está perdiendo todas las aves libres envenenadas).

  En otro capítulo hablaré de las niñas: sus costumbres y sus juegos.

   

NOTA: En la fotografía qu ilustra esta crónica aparece un grupo de niños que acaban de trabajar recogiendo patatas detrás del arado.  Está tomada en el edificio Carbonell, de Armilla y los protagonistas son, de izquierda a derecha: Salvador Cantos Alfonso, el hijo de Enrique de la caseta, Lolo de la “Marianica” y Alberto Torres.

 

 

 

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