Manuel Galera. Un ciclista que llevó en nombre de Armilla a lo más alto.

Una crónica de José María Sánchez Osuna publicada en su blog http://jomasaos.blogspot.com.es.



                                            Manuel Galera.
               Aquella mañana de mediados de febrero hacía mucho frío en la carretera, pero los ciclistas, apiñados, recorrían en pelotón la Vega Granadina. En el grupo se gastaban bromas los unos a los otros, sabían que éstas habrían de durar pocos minutos, ya que una vez pasado el pueblo de Pinos Puente se encontrarían repentinamente con la Cuesta de Velillos, y, en ese momento, todo el humor, todo la relajación quedaría atrás y deberían centrarse en la carrera.

                       Entre los hombres más simpáticos del pelotón estaba Manuel Galera, un corredor del equipo “Karpis”, del que decían que tenía un gran futuro. Pedaleaba tranquilo junto a su hermano Joaquín, de vez en cuando volvía la cabeza y gastaba una broma a algún compañero.

                          Manuel Galera había nacido 28 años antes en Baúl, un pueblo cercano a Baza. Pero por cuestiones de trabajo del padre tuvo la familia que trasladarse a Armilla. Iba a ser un paso difícil para los Galera, en España no marchaban las cosas muy bien y había que trabajar mucho para poder sacar adelante a una familia.

                          Los dos hermanos Galera, desde muy jóvenes, se interesaron siempre por el deporte y así, Manuel, en sus ratos, gustaba jugar en la era con los demás niños al fútbol. En aquellos años ficharon en el equipo de los alevines del Arenas del Armilla, la máxima ilusión de cualquier niño del pueblo.

                         También por aquellos años dejaron los estudios por necesidades familiares, y comenzaron a trabajar. Manolo —como lo conocían en el pueblo‑ se hizo dependiente en la tienda de Pepe Aragón, y además de atender al público, debía de salir por los pueblos a comprar algunos productos del campo. Para tal actividad disponía de una bicicleta con porta equipos en la que se le veía pedalear cargado de garbanzos o tomates. El chaval no podía imaginar entonces, mientras subía la cuesta del Suspiro del Moro camino de Dúrcal, que aquel era el mejor entrenamiento que podía darle a sus músculos para años posteriores. Manolo en aquellos días, tan sólo soñaba con el fútbol y con cumplir años para así jugar con los juveniles del Arenas.

                  Sus fantasías un día se hicieron realidad, jugando en el Arenas como juvenil. Fueron dos temporadas inolvidables para el muchacho.

                       Joaquín, mientras tanto, había comprado una bicicleta de carreras al "Cocheras", un mecánico del pueblo, y con ella nació la afición al ciclismo de los Galera. Fue Joaquín quien comenzó a correr en la bicicleta primeramente, así arrastró a su hermano que se encontraba indeciso entre el fútbol y el ciclismo.

                    En estos años de aficionado Manuel corrió en los equipos granadinos Semar y Adelay. Era un placer verle correr. Aquel genio que lo caracterizaba y que le hacía ganar casi todas las carreras provinciales, fue decisivo para que los grandes del ciclismo se fijaran en él y lo fichasen.

                     Es de este modo, como un día se encontró viviendo en Durango con su hermano Joaquín, que ya era profesional del equipo Kas. Para Manuel la carrera profesional de ciclista estaba a punto de comenzar. Aunque antes habría de volver a demostrar de nuevo en el Norte de España su valía como aficionado. Y lo logró ganando cinco derbis clásicos para el equipo Kas.

                          En 1966, último año para Galera como aficionado, la desgracia de una caída consumó la temporada muy pronto. Corrían la Vuelta a Oviedo, el piso de la carretera se encontraba terriblemente resbaladizo por el agua, al tomar una curva, en una bajada, Manuel cayó de la bicicleta con tan mala fortuna que se rompió una vértebra. Mientras tanto, su hermano Joaquín coronaba en primer puesto la subida a Rate.

                      El viaje de regreso a Armilla de aquel accidente hay que recordarlo, aunque tan sólo sea en el ámbito anecdótico, pues nos daremos cuenta de lo que han cambiado los medios y las formas para el deportista de elite. Se le trasladó en una furgoneta, sin más cama que un simple colchón en el suelo. Imaginemos haciendo el mismo viaje hoy día y en las mismas condiciones al último de los gregarios de un equipo de segunda fila. Imposible concebir.

                          En 1967 una vez repuesto de la lesión comienza a correr de una forma profesional en el mismo equipo Kas. En ese año triunfa en el Criterium de Guecho y queda segundo clasificado en el Gran Premio de Onil.
                   El equipo Fagor se fija en él, fichándolo para las dos siguientes temporadas. Es en Guatemala donde logra dar un respaldo definitivo a su carrera quedando victorioso en esa vuelta (1968) como amateur.

                  Desde ese momento todo fue en ascenso, corrió un Tour de Francia quedando en cuadragésimo séptimo lugar, una Vuelta a Cataluña, un Gran Premio de Valencia, Vuelta a Mallorca, un Giro de Italia en el que tuvo que abandonar por una lesión de rodilla, y dos Vueltas a España ocupando quinto lugar en la del año 1971.

                    Las bromas y el buen humor eran constantes en su vida, en el pueblo lo recuerdan sus amistades haciendo enfadar a los viejos mientras se jugaban una partida de dominó. Así era el Manuel Galera que pasaba destacado, junto a Gómez del Moral, por el pueblo de Priego de Córdoba en aquel 13 de febrero de 1972.

                   La carretera estrecha y con muchas curvas, ambos corredores deseaban ser los primeros en aquella etapa. Para el veterano Gómez del Moral por que el fin de etapa era en su pueblo y sabía que el mejor regalo que debía hacer a sus paisanos era ganar la carrera, para Manuel Galera el día era importante por que si puntuaba en el Puerto del Mojón nadie podría ya quitarle el liderazgo de la Montaña en la Vuelta Andalucía.

                 La cuesta apareció tras una curva, la carretera se hizo aún más estrecha y sinuosa, al fondo en la lejanía se podía apreciar la meta volante y Manuel sintió mucha vida en su interior. Estaba seguro que lo lograría, respiró fuerte, si es que aún se podía respirar más, cambió de marcha y ésta no entró. Que fatalidad, pensó. Volvió a intentarlo y algo crujió inmovilizando repentinamente y de golpe la bicicleta. No tuvo tiempo para reaccionar y cayó de cabeza, dándose un enorme golpe en la sien que le resultaría fatal.

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