Una crónica de Toñi Santiago Pérez
. (Texto elaborado en colaboración con el Centro de Educación Permanente de Armilla “ María Zambrano”)
"Haciendo morcillas", Armilla 1982
El pánico de las primeras horas, se convertía más tarde en una maravillosa alegría.
Ese día, a las seis de la mañana los gritos del animal me despertaban sobresaltada, a pesar de ser igual cada año yo nunca llegaba a acostumbrarme. Me tapaba los oídos y así me quedaba hasta que llegaba mi madre para decirme que me levantara que la fiesta ya había empezado.
Enseguida comenzaban a llegar vecinos e iban pasando por mi casa los dos o tres días que duraba la matanza, ya bebiendo un poco de vino o echando unas chicharrillas a la brasa.
Mi hermano y mis primos se peleaban por la vejiga del cerdo, la limpiaban y la secaban al sol, por la tarde la inflaban con un cañizo y tenían un balón estupendo.
Mi tía nos llevaba a todas las niñas a la acequia del Camino del Jueves para lavar las tripas y poder hacer después los embutidos con ellas.
Por la noche, tras de la cena, mis padres y mis tíos se sentaban alrededor de la lumbre y cantaban canciones antiguas o contaban historias.
La matanza es una de las fechas de mi infancia que siempre guardaré entre mis mejores recuerdos.
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