MAESTROS ARTESANOS DE TRABAJOS PERDIDOS.


Una selección de recuerdos de  Julio Catalá






       Quisiera hablar de unas personas muy especiales que a últimos de los 50 o a primeros de los 60, cuando yo era un chavalillo de 8 o 10 años, formaban parte importante y peculiar del mapa humano de Armilla.


- EL DE LOS GARBANCILLOS  era el más popular entre los niños (recuerdo aún el mote: “el papillas “, le decían). Llevaba, en una mano,  una  cesta de esparto forrada de tela blanca por dentro llena de  garbanzos tostados y en la otra  mano un saco con los garbanzos crudos. Dentro de la cesta un cubiletillo cuadrado de madera, parece que lo estoy viendo, que le servía de medida para el cambalache. Al oír su pregón  ¡“caaambio y veeeennndo   garbancillos calientes!”, la vecina de turno salía a la puerta con sus garbanzos crudos .Entonces él  los medía y le devolvía a la señora la  misma medida con garbanzos tostados, mientras que los crudos iban a parar al saco. La ganancia estaba en  que el garbanzo, al tostarse,  aumentaba de volumen  por lo que daba era siempre menos que lo que recibía…pero, a pesar de ello,  todos salían contentos con la operación  pues era un buen montón de riquísimos garbancillos los que te llevabas a casa listos para ser comidos por toda la familia.

 

-EL HOJALATERO  era otro personaje muy característico (“¡El hojalaterooooooo”!) al que  acudían aquellos que tenían rotas o perforadas ollas, cacerolas, orinales….u otros utensilios bañados “en porcelana”. Requerido el profesional se sentaba en la acera con su infernillo de carbón (que ya llevaba encendido) su  soldador  (empuñadura de madera con su trozo de alambre retorcido y en la una cuña de cobre) y por supuesto, su barra de estaño que, una vez caliente y al ser apoyado en el utensilio a reparar,  hacía que éste quedara como nuevo y  sin poro alguno. En alguna ocasión, cuando  el agujero era demasiado grande….llevaba unas pequeñas chapas de hojalata que soldaba  alrededor del orificio, reparando así el cacharro en cuestión que, para contento de sus dueños, volvía a la vida activa.

- Un personaje entrañable era el que yo llamo  el “REPARADOR DE UTENSILIOS VARIOS”. Deambulaba calle arriba y calle abajo con su cantinela: “¡Se arreglan paraguas, lebrííííllos ….se atirantan colchonetas!!!” Aclaremos un poco la cuestión: Como es lógico de los  paraguas tan sólo se arreglaban las varillas que él iba previamente recogiendo  de los sombrillas ya inutilizadas y que el guardaba amorosamente  en unos soportes de varios tamaños. Los lebrillos, los platos y las fuentes que se fracturaban y habría que tirarlos a no ser por este “remiendatodo”, con mucho arte y pericia los lañaba por la parte posterior (previamente realizados  unos diminutos agujeros con su berbiquí de mano), quedando imperceptible la rotura por la parte anterior. Por último, estaba otra de sus especialidades, el atirantamiento de las colchonetas. Éstas eran de muelles, pero de muelles a la antigua, un  enmadejamiento de alambres enrollados que con el uso se iba hundiendo indefectiblemente…entonces  el buen hombre, con una pericia digna de todo elogio, atirantaba tensores y tornillos y quedaba la colchoneta como nueva, vamos que uno o podía ponerse a dar saltos encima que  los muelles resistirían otra buena temporada, asegurándose así un sueño placentero  (siempre que el colchón no fuera de farfolla, claro, porque entones por mucho estiramiento de colchoneta que hubiese, las hojas de las panochas   te pinchaban y  se te hincaban por todos lados.

       Y como terminar esta breve crónica de recuerdos lejanos,  no puede dejar de referirme a aquellas dos  MUJERES DIVULGADORAS DE NOTICIAS que  se dedicaban , previo pago de  cuatro perras gordas a cargo de los parientes del finado, a  ir avisando casa por casa de  muertes, de horas de entierros, misas  funerales  y demás actos relacionados con las defunciones ( “Que vengo a avisar de que ha muerto  el “ Fulanito”, “ Que la misa del “Menganito” es mañana a las 5”) .

        Maestros de oficios perdidos que les daban a los objetos una segunda, tercera o cuarta vida. Profesionales del trueque. Mujeres que, de punta a punta del pueblo, ejercían de mensajeras…con estas cuatro letras he querido rescataros del olvido y dar el valor que se merece a aquellos trabajos perdidos  vuestros.


Fotografía: Soldador de la época, propiedad del autor de esta crónica




1 comentario:

  1. Julio ...¡¡ cómo me has hecho recordar aquellas personas con sus pregones!!!...muchas gracias.

    - Un armillero que visita habitualmente este blog tan fabuloso.

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