LA PRIMERA COMUNIÓN

Niña de Primera Comunión. Armilla 1949 Archivo Pepe Morenilla
Niña de Primera Comunión. Armilla 1935 Archivo Pepe Morenilla
Niña Primera Comunión- Armilla 1920 Archivo Pepe Morenilla
Primera Comunión. Armilla años 60. Archivo Pepe Morenilla


    Todo estaba preparado. El vestido, que me lo compraron mis tíos, los zapatos, la ropa interior elaborada por mi abuela con volantillos y encaje de ganchillo, el velo, el libro, el rosario, la medalla, los pendientes, los guantes, la bolsita para la colecta...todo era prestado. El can-can era unas enaguas blanca de mi abuela, que mi madre almidonó dos días antes, para que se secaran bien. Con mucho cuidado las colgó con una cuerda del techo de la cocina que era de vigas y donde se colgaban granadas, membrillos, ajos, maíz...etc. Como en aquellos tiempos en Armilla abundaban las moscas, éstas hicieron de las suyas con mi inmaculado can-can. Mi madre al ver mi cara de pena comentó: “ No te preocupes, que no parecen “cagadas” de moscas sino “ tostaito” de la plancha”
       El día antes me llevaron a la peluquería, yo tenía entonces siete años y parecía una pequeña paloma asustadiza. Mi madre me dejó allí sola durante tres larguísimas horas. Me hicieron la permanente y para ello colocaban unas pinzas pesadas sobre la cabeza y las enchufaban a un aparato. Aquello se ponía al rojo vivo. La cabeza se me iba para todos los lados del peso y del dolor y hasta me hicieron una quemadura que aún conservo como recuerdo de tan memorable ceremonia.
     La noche anterior me bañaron en un lebrillo todo pegado con lañas, me pusieron en el flequillo unos tiradores de lata que no me dejaron dormir en toda la noche y muertecita de hambre, ya que no podía comer ni beber nada porque por la mañana recibiría el Cuerpo de Cristo.....Así que me mandaron a la cama sin tan siquiera un pobre mendruguito de pan.
   . La mañana del día  tan esperado día mi prima me acompañó a la iglesia. Mi padre estaba trabajando y mi madre se quedó en la casa para preparar mi desayuno, que era un desayuno especial. Me compraron dos reales de galletas María y un tazoncito de algo que parecía chocolate. Después del desayuno fuimos a que me vieran los familiares y vecinos: Uno me daba dos reales, otra una pesetilla y ...¡algunos hubo que hasta me dieron un duro!. Contábamos a cada momento el capital acumulado para ver si llegaba para pagar el “ retrato”. 
    Por la tarde mi madre me llevó a Granada en el tranvía. Íbamos a visitar a las “ señoritas” de mis tías, que algo me darían, y así poder pagar el “ retrato”. A la vuelta a casa llovía un montón y para que no se mojase el vestido mi madre me cogió en brazos, con tan mala suerte que se enganchó el tacón del zapato en los raíles del tranvía y fuimos derechitas al suelo..... ¡ Entonces sí que nos pusimos guapas!. 



Una crónica de Toñi Santiago y -Nieves Beltrán 

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