ANTIGUAS TRADICIONES DE NOVIEMBRE.


Una selección de recuerdos de Angustitas Parejo Bonifacio.



Capilla del cementerio de Armilla
Archivo fotográfico Pepe Morenilla

                 Cuando yo era niña esperaba llena de ilusión los primeros días de Noviembre (Días de mucha vida familiar que eran como la puerta del invierno, siempre hacía un frío que pelaba). El primero, el día uno del mes,“ Los Santos”. Por la mañana bien tempranito al cementerio,  a poner las flores. .El camposanto entonces no era como ahora. Tan sólo estaba el primer y segundo patio. Más allá había un pozo muy grande que nos daba mucha aprensión. Se decía que allí echaban los huesos que sobraban de limpiar las tumbas, así que...¡Imagínate el repelús que nos daba!.

                   Ese día estaba todo muy adornado, lleno de gente y jaleo. Las sepulturas del suelo tenían cuatro faroles en las equinas y los niños nos pasábamos el tiempo vigilando de que la gente no los pisara y apagaran las mechas. Las flores por otra parte no eran los centros y ramos carísimos de ahora, sino que eran sencillos crisantemos (amarillos, morados, blancos...) que poníamos en tarros normales y corrientes, botes de cristal o lo que fuera. Ahora parece que esas flores redondas tan bonitas son “de pobres" y “poca cosa” pero ...¿sabes lo que te digo? que los crisantemos de toda la vida me gustan más para ese día que las rosas, los gladiolos o los nardos  por muy elegantes que sean. Son más propios los crisantemos (hay gente que le dice "crisantelmos"). Se vendían en unos puestos en la puerta del cementerio . Ángela, en la calle Barcelona, también vendía unos ramos preciosos de todos los colores. A veces una sencilla cruz de madera con un ramo atado a ella era una estampa bien bonita ...Bueno, a lo que iba; Toda la familia nos relevábamos para irnos a comer a las casas (que ese día tocaba migas o gachas de harina con cuscurrones de pan frito y miel negra encima. Un hombre iba por las casa vendiendo esta miel de caña, y a mí me llamaba mucho la atención la especie de zurrón de pellejo donde la llevaba).

                         Por la noche venía lo bueno...En la cocina, con una buena chimenea arde que te arde .La lumbre la hacíamos con troncos de tabaco que buscábamos en la vega y palos traídos de los derribos. Primero unas tortillitas de harina, agua, bicarbonato y especias amarillas para que tuvieran color (¡ nada de echarle huevos y levadura como ahora!). La casa se llenaba de familiares que venía de lejos a visitar a sus difuntos, y de vecinos. Después a cocer castañas, o a asarlas, qué ricas, en una sartén bien vieja y requemada con agujeros hechos con un clavo. Una buena lata cuadrada, de esas de carne de membrillo, también servía para el caso. Al final venía lo bueno: Café negro de “cebá” ( ahora le dicen de malta) que se hacía en una olla negra como el tizón en los rescoldos de la lumbre acompañado por unos boniatos buenísimos , con una carne roja..Hummmmm. Le echábamos canela o tal cual y eran gloria bendita. No sé, pero los boniatos de ahora no saben igual. El café se endulzaba con unas tabletas grandes, cuadradas y transparentes que llamábamos “ Pastillas de plexiglás” que sin ser de azúcar endulzaban en lo que podían el bebedizo. 

     Era muy típico de los mayores  contar esa noche historias tenebrosas de viejas que se aparecían y de cadenas que chirriaban. De fantasmas y espíritus. Como te puedes imaginar el miedo se nos metía en el cuerpo y como esas casas antiguas llenas de secaderos, cámaras para el grano, escaleras “retorcías”, y los dormitorios arriba....¿Quién era el guapo que subía después a acostarse?...,..¡Yo ya había un momento que oía de verdad el “chirrío” de las cadenas y veía muertos por las esquinas...como el niño de la película esa... La historia que más miedo me daba era la de la niña que sale de la tumba a buscar un currusquillo de pan por las casas....¡ Qué susto, por Dios! A veces, al final de la reunión, a las tantas de la noche, hacíamos rosetas ...todo eran excusas para no acostarnos...¡con el telele que teníamos!

        El día dos , “Día de los Difuntos”, nos arreglábamos ya más (nos poníamos de domingo), íbamos al cementerio de nuevo a escuchar la misa... que entonces al cura le decías el nombre de cada difunto y se pasaba después por cada sepultura y le rezaba un responso y le echaba su agua bendita. Y de ahí a otra sepultura ..y a otra..y así toda la mañana . Ahora, hoy en día, el cura echa un responso colectivo para todos y va que chuta. Antes, ya te digo, era más auténtico, dónde va a ir a parar,  de uno en uno, de tumba en tumba...aunque.....así que se nos hacían las tantas . Y otra vez a la casa ..a comer... y si había sobrado algo del día de antes seguíamos un poquito con la fiesta del las castañas .


      Donde yo vivía, arriba en el barrio Corea, había una vecina muy apañada ( se llama Dolores) que le gustaba hacer dulces , pestiños, roscos y cosas así. Entonces las familias nos llevábamos una botella de aguardiente y allí nos invitábamos . Los niños con gaseosa (“La pitusa” creo que se llamaba con su botella de cristal y tapón de bolilla de porcelana blanca cos su alambrillo). Aún hoy en día esa señora sigue haciendo gloria bendita de repostería...
Entierro de un vecino en los 80
Archivo fotográfico Pepe Morenilla


¡...Bueno, podría estar horas y horas contando cosas de esos días tan  antiguos y tan bonitos  pero ¡ay! me tengo que ir que hoy tengo hoy mucho trajín.


1 comentario:

  1. celia cuesta rosales25 de abril de 2011, 5:21

    quisiera contactar con pepe morenilla para ver si puedo ver fotos antiguas del pueblo me encanta las fotos y quisiera hacer copia para poder reproducirla en el lienzo

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