Crónica escrita por
Salvador Cantos López en la página Facebook “Armilla, recuerdos de mi pueblo”.
Bueno, hoy vamos a hablar de los pregones de la misma
década de los 40 del siglo pasado, años en los que se basan la mayoría de mis
crónicas.
Por las mañanas
nos visitaba Ricardo, con su cesta de mimbre alargada colgada en el brazo,
venía de Granada en el tranvía, y con andar cansino y su boina estilo básico,
recorría todo el pueblo con su pregón: “¡Tortas de manteca!”. Por la tarde nos
visitaba otro personaje, con el mismo modelo de cesta, vestido con pantalón, y
una especie de camisa larga abotonada hasta el cuello y todo en gris con rayas
muy finas, y el pregón era: “ ¡Tortas y bollos de leche, de la elaboración de
la tarde!”. Todo esto voceado con un peculiar tonillo musical.
También venía en el tranvía, otro
señor que era pluriemplead. Por las mañanas trabajaba en tranvías y por las
tardes aparecía por las calles de Armilla también con típica cesta. Entonces, también
con su particular tono cantarín, repetía continuamente: “ ¡De Canarias!” Pues
el producto que ofrecía eran plátanos. En aquellos tiempos las madre solían
comprar un plátano sobre todo cuando en la casa había algún niño enfermo.
Quiero comentar que en aquellos años se daba un caso muy curioso, a pesar de
que la comida no abundaba, una de las enfermedades más frecuentes en los niños
era el "empacho". La solución que se aplicaba era el agua carabaña o
el aceite de ricino (¡¡Qué mal sabían los dichosos bebedizos!!)
También pero
las tardes recorría todo el pueblo un personaje algo estrafalario, con un
avioncito de corcho cogido en un palo que sobresalía por encima de la cabeza un
metro, y clavado en el avión una especie de piruletas de varios colores, y
pregonaba a modo de cancioncilla: “¡Saben a limón y a melón y a melocotón!! ¡¡Tienen
gusto a toooo!!!”.
Este mismo personaje también
pregonaba la cartelera del cine de verano del Calvo, que se encontraba detrás
de las Tres Cruces. Entre medias había un pozo muy grande, y en su interior,
los “Calvivas” lo utilizaban como huerto, y lo sembraban de hortalizas. Por
todo alrededor, chumberas. El pregonar
de la película del día, también era muy peculiar, y causaba risa la forma de
nombrar a los intérpretes.
Los “pescaeros” que hacían su recorrido ambulante por
nuestro pueblo merecen una mención especial en esta crónica. Recuerdo a tres y
ambos eran de Alhendín:
- Gonzalillo que entonces, era casi un
niño, bajito y menudo, pero una excelente persona, (años después murió en
accidente de tráfico cuando regresaba de Motril de comprar el “pescao” en la
subasta de allí, ya que esta había dejado de llevarse a cabo en Armilla). Su
pregonar era: “¡Vamos niñas al “pescao”, boquerones, sardinas, jureles y pescadillas!”
Llevaba las cajas en un carrillo de madera con la rueda de hierro.
- Manolico era el mayor de todos. Las cajas las llevaba
en una bicicleta, pero andando. Nunca lo
vi subido a su bici ni de vacío,. En su pregón se limitaba a decir: “¡Niñas el
pescaerooo!”.
-Vitoriano, que tenía fama de
conquistador y ligón,. Al igual que Manolico, llevaba sus cajas llenas de mercancía en su bicicleta. Iba pregonando: “¡Vamos
niñas que lo traigo barato! ¡Boquerones, jureles sardinas y pescadilla!” ( Si
cierro los ojos en un momento puedo transportarme a esa Armilla de entonces y
su voz, allá a lo lejos, como una cantinela que ya formaba parte del paisaje)..
Casi siempre era los mismos “pescaos” los que vendían todos estos vendedores
ambulantes. Se trataba de los peces más populares y conocidos. De pescados exóticos o
sofisticados nada de nada.
En Armilla
había quien se dedicaba a la misma actividad, pero no en el mismo pueblo. Uno
de ellos era Rafael el “Barboa”, padre de Juan el “Pescaillas”. Otro era Emilio
el Peleas, (padre) que después se dedicó más bien a tratante, y Fernando el
“Tarrán”, padre del Jaime que años después también se dedicó a la venta de
“pescao”, este sí en el pueblo de
Armilla. Lo que son las cosas, luego se hizo fontanero.
También hubo una señora que se
dedicaba a otra actividad muy poco común. Me refiero a la Josefa “la del
Guardia” que recorría el pueblo de casa en casa, anunciando, por el nombre y el
mote por el que era conocido, el fallecimiento de personas de Armilla o las misas de recuerdo del finado.
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