Una crónica de Salvador Cantos López
publicada en la página de Facebook “Armilla, recuerdos de mi pueblo”.
Los niños con los tirachinas (o gomeros que era
como nosotros le llamamos) hacíamos
nuestro particular tiro de pichón. En aquel entonces había muchísimos más
insectos que ahora: había unos algo más grandes que una mosca muy parecidos a
las mariquitas pero sin lunares y algo más alargados pero también de color
rojo, y que volaban. No tengo ni idea de
cómo se llamaban, qué quieres que te diga. Pues bien recogíamos a los bichos del suelo, ya digo que
abundaban, y los introducíamos dentro de una cajetilla de cerillas. Cogíamos la
caja y la colocábamos a unos cinco metros de distancia de donde se situaba el tirador con el gomero
cargado con arenilla fina a modo de perdigones. Uno de nosotros habría un poco
la cajetilla y cuando salía el insecto volando, pues le tirábamos, y así íbamos
corriendo turno. Naturalmente el vencedor era el que más insecto derribaba. Yo,
que siempre he sido muy manitas, construía verdaderas maravillas que luego
ponía en venta. Primero había que ir a los olivares y cortar las horquillas, después
acercarse uno a Granada a los talleres Alhambra, unos talleres de motos y varios de coches, donde pedía los
trozos de cámara, sobre todo de moto, para cortar las gomas que tenían que ir
de forma uniforme a una anchura de un centímetro.
Os cuento todas estas cosas sobre todo para que los más jóvenes se hagan
una idea de lo distintos que éramos los niños y niñas de entonces. Un saludo
para todos.
Fotografía:
“Gomero” típico de la época
No hay comentarios:
Publicar un comentario