Una crónica de Salvador Cantos López publicada en la página de Facebook “Armilla, recuerdos de mi pueblo”
Pues bien, como decía, había dos clases de economías, la de los
propietarios y la de los jornaleros y rebuscadores. Digo rebuscadores porque
cuando se recogían las cosechas, entraban estos, si se segaba el trigo, que se
sembraba bastante, entraban las espigadoras, que buscaban las espigas que se
había caído, para cambiar el trigo por pan, o una vez lavado para quitarle el “salvao”
se cocinaba cocido como el arroz. Se lavaba restregando en una superficie plana
de piedra o similar. También se sembraba macha patata y como es natural también
entraba la rebusca, y otros productos para el ganado como la cebada, para con
el grano y la paja alimentar a los mulos,
el centeno, que se segaba verde para las vacas, y también los nabos. Esto
lo sembraban más bien los de la Genera, el Joaquín y hermanos, de los nabos
quiero decir que algunas familias los consumían cocidos como las patatas.
También se sembraba remolacha azucarera, y maíz. El maíz tenía algunas particularidades:
se sembraba en los rastrojos del trigo o
cebada, y en otoño, después de la recogida y el secado al sol, era una fiesta:
Se reunían en las casas de los cultivadores los novios y novias de las familias
y allegados al “desfarfollado” que consistía en desnudar la panocha de la capa
protectora, pues con las hojas más suaves del interior , se llenaban los
colchones, y además cuando algún hombre tenía la suerte de encontrar una
panocha de color rojo, besaba o abrazaba a las mujer que estuviera a su lado,
normalmente la novia. Durante la labor se cantaban coplas y se bebía aguardiente. Había una coplilla que decía: “En
mi pueblo no se estila eso, que se estila un abrazo y un beso” con su tonillo
que algunos recordaréis. Luego venía el desgranado: se ponía la panocha en
vertical encima de un tronco de madera y se rastreaba con un pequeño hocino
metálico (que era una especie de hoz) , o con un cuchillo de hoja ancha y con
poco filo.
Los terratenientes más importantes de Armilla eran varias familias. Estaban
los Panchos, Paco y Manuel, don Pio, el Juez, el Alcardillo, Manolico Incha,
que por cierto, murió a consecuencia de la patada de un mulo de su propiedad,
recuerdo que el suceso levantó muchas sospechas y rumores, todos estos vivían
del antiguo cuartel de la guardia civil hacia abajo, y luego una serie de
pequeños propietarios que alternaban la labranza con otras actividades.
La mayoría de los casas del pueblo poseían un corral donde se criaban pollo
y gallinas, conejos y la marranera para el cerdo, casi todas las familias
hacían la matanza, y era costumbre, a los más allegados regalarle para un
puchero, la morcilla, un trozo de tocino, unas costillas, longaniza, y
salchicha. Normalmente eran palos prestados como vulgarmente se dice. También
se sembraban hortalizas, tomates, pimientos y demás. Donde hoy está el
polideportivo, había una finca llamada Las Trepas, en primer lugar la tuvo en
labranza, mi tía María, los padres del Pepe el Trepas el de las piedras de
mármol y demás hermanos y hermanas, que luego vivieron en el cortijo Colorado,
en la inmediaciones del convento de las Carmelitas, y después la cogió el
Palillos. Dicha finca se dedicaba a las hortalizas que se vendían en el sitio,
la mujeres se acercaban hasta allí y le cortaban lo que querían: lechugas,
pimientos, tomates pepinos, coles… en fin de todo, pues tenía mucha producción,
pues tenía una particularidad y es que regaba abundantemente con las aguas
fecales del orfelinato.
Bueno ya os he contado algo más de nuestro pueblo, que ha perdido toda su
rica vega, que tenía una red de regadíos, con las aguas del río Monachil, que
se repartían desde el barranco, en las cercanías de los Ogijares a la Presa
Mala, hoy principio de la Avenida de las Palmeras, y de allí para el Chorrillo
y el camino del Jueves, y por el otro lado la acequia de la Cerraca y la
Acequia Gorda, que también surtía de agua el lavadero público. Existía en
aquellos años la figura del “acequiero”, una especia de guardia del agua que vigilaba
que se cumplieran los días de pertenencia del agua
FOTOGRAFÍA: Antiguo hocino.
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