LAS FIESTAS DEL
CORPUS, LAS CARRERAS DE CABALLOS Y LAS TIRADAS DE PICHÓN
Una crónica de Salvador Cantos López aparecida en la página de Facebook “
Armilla, recuerdos de mi pueblo”.
En las fiestas del Corpus Christi, en Armilla ocurría un acontecimiento de mucha relevancia. Se trataba de las jornadas de hípica en el recinto de las "Corrías", que como todos sabemos era donde se instaló Cenarro y Megrasa. Nosotros, la chiquillería, decíamos las “carreras de caballos”, pero lo que se celebraba era un campeonato de saltos de vallas. Los participantes eran en su mayoría militares, del cuerpo de caballería y en toda la calle Real de Armilla y la carretera de Granada se formaba una caravana de coches de caballos, que nosotros les llamábamos "carricoches. También venían algunos vehículos de motor, y toda la gente del pueblo se agolpan en la orilla de la calle en ambos lados para ver a las "señoricas" con sus vestimentas de lujo y a los coches engalanados. Estos quedaban luego todos aparcados en el trayecto desde la puerta de Cueto, hasta la puerta de aviación, y se dirigían andando hasta la entrada del hipódromo. Algunas familias iban incluso con la servidumbre, portando canastas con comida y dulces. La entrada se encontraba donde terminaba la tapia altísima y en cuya parte interior estaban las gradas donde se sentaban los espectadores.
Los niños sobre todo acudíamos a la entrada porque
algunos asistentes nos daban pasteles o bocadillos sobre todo a la salida. Las
pruebas solían durar toda la tarde, que volvía a formarse la caravana, y así
durante tres días. Cuando se marchaban los "carricoches" dejaban todo
el estacionamiento lleno de cagadas de caballo y cada propietaria de la casa en
cuya fachada se encontraban los
excrementos tenía derecho a recogerlos para abonar las macetas, pues eran muy
apreciados.
Una vez que terminaban las pruebas hípicas, comenzaban
las tiradas de pichón, y este era otro acontecimiento que merece la pena relatar:
Todos los cazadores del pueblo, que eran bastantes, se aportaban en los alrededores
para disparar a las que se escapaban, y los niños, en los que me encontraba yo,
con los gomeros cargados con bolas de plomo dedicados al mismo fin, pues en
aquellos tiempos una paloma en el puchero era todo un acontecimiento
gastronómico.
Fotógrafía: Imágenes de las gradas del hipódromo de
Armilla en 1935
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