Armilla, de pequeño pueblo a gran ciudad



El cronista y fotógrafo armillero Pepe Morenilla recuerda las calles, plazas, cortijos y demás zonas de la Armilla de antes cuando aún era un pueblo, antes de convertirse en la importante ciudad granadina que hoy es.




      “Calle Cervantes, el barrio Napoleón, calle General Moscardón y media calle de El Chorrillo. Una plaza, la de los Prados, y tres placetillas: la placeta de la calle Cervantes, la del barrio Napoleón y la del Cortijillo. Y un “salpiqueteo” de casas desparramadas a lo largo de un municipio que estaba dividido por zonas como la Ereá, las Eras de Arriba, las Eras de Abajo, las Bicicletas, la carretera de Gabia, el Cortijillo, las Trepas, los Charcones, la Granja, la Yesera, la Casilla de la Luz y la Casilla Peones.

EL POZO DE "LOS CALVIVAS" Y OTROS LUGARES DE INTERÉS.
      Por otro lado los Camioneros, el Pájaro Azul, la bodega La Goma, las Españuelas o los pozos de Aviación y el pozo de los Calvivas así como el Camino Bajo, el Camino del Jueves o el de la Presa Mala además de la calle Corea, el bar Rana, el bar Sardina, la casa o cortijo de la Ramona, el cortijo Nuevo, la choza de la Múa, el cortijo Quemao, el de la Pelá, el Bullejos y el de los Chaparros.
      La huerta la Estrella, la huerta Santillana, la de los Vedias. El Caño, el callejón de las Campanas, el cortijo de la Lorenza, la Brujera, Santa Juliana, el Camino Churriana, el Camino Viejo, el Camino Los Tramposos, la Requica, el Monte, las Corrías, el Hospicio, el Bodegón, el cine Canuto, el cine de Verano, el bar Kiki, la Esquina Ramales, las Tres Cruces y un sinfín de lugares recónditos o más transitados que de mencionarlos todos necesitaría un periódico sólo para ellos.




ARMILLA Y SU GENTE DIVERSA

Pues bien, nuestro pueblo, a mediados del siglo XX tenía aproximadamente 2500 habitantes, personas de todo tipo y con toda clase de circunstancias. Unas mejores y otras peores.

  Y también había quien disfrutaba mostrando un gran bocadillo y diciéndole a los chiquillos que trabajaban con él que se comerían uno mientras se lo engullía él solito delante de sus narices. Y así todos los días hasta que una vez, cuando volvió con la misma historia, uno de los chiquillos le espetó, “usted, don… ¿se comería una perlana?”, y él preguntó “¿eso qué es?” y la respuesta lo dejó humillado. Cuando su señora se enteró, le recordó que le estaba muy bien empleado. Esta señora creo que a escondidas de su esposo le daba algo de comida a los chiquillos, insistiéndoles en que su marido no se enterara.

UN GRAN SEÑOR
      Yo he visto en una casa donde se hacían migas, gachas u otra comida cualquiera, que se invitaba a comer a alguien de la vecindad de quien se sabía que sus chiquillos esa noche se iban a acostar sin cenar.
   Había un vecino que a otro vecino y a sus chiquillos invitó a comer  a su casa . Él comió menos esa noche, pero durmió como un lirón.


                                   Una imagen típica de la Armilla de antes, surcada por su ya mítico tranvía


   Actualmente, cuando voy al cementerio y paso por la sepultura de ese gran señor y leo el epitafio que en ella pone, no puedo dejar de sentir toda mi admiración. Ojalá todos fuéramos la mitad de humanos que era él, así en este mundo no habría tanta desigualdad y avaricia. Pues mientras unos tienen asegurado el bienestar de ocho o diez generaciones de sus familias, lamentablemente otros tienen todos los apuros que os podáis imaginar para poder sobrevivir.
      Pero no todos los humanos son malas personas, también los hay que son maravillosos como este señor al que le estoy dedicando estas palabras. Y vosotros estaréis diciendo que por qué no digo su nombre, ¡Porque no quiero que nadie se moleste!
      Era un hombre de cuerpo muy grande, pero más grande era su humanidad”.

Una crónica de Pepe Morenilla 

Artículo publicado en Ideal Vega Sur





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