CARROS, CARRETAS Y CARRICOCHES

            
 Una crónica de Pepe Morenilla 



     Los carros en armilla era no solo un instrumento de trabajo (recogida de cosechas, forraje para animales ,transporte de enseres..etc) sino que también servían para el ocio y la diversión. En esos carros ,de ruedas grandes de madera, eran las mujeres y los niños quienes nos subíamos las “fiestas grandes“ ( San Marcos, San Blas, la Virgen de Agosto...) mientras los hombres iban andando o a lomos de sus mulos. Íbamos alegres de excursión a la loma o al río Dílar, donde pasábamos el día divirtiéndonos todos, pequeños y mayores. Era allí donde comíamos el típico “remojón” de aceitunas negras, naranjas y bacalao.

      Estos días eran de los pocos momentos que podíamos disfrutar a todo plan, ya que las jornadas de trabajo se extendían hasta los domingos por la mañana y los niños desde los 8 o 9 años ya estábamos en el mundo laboral, “hojeando “, cardando y “empinando” el lino, “pintando” patatas, recogiendo aceitunas, y muchas otras labores. Los carros de la basura iban diariamente a Granada. Los encargados de este duro trabajo tenían que darse un tremendo madrugón ya que a partir de las 12 más o menos salían de la capital rumbo a nuestro pueblo de nuevo con el carro bien lleno. Una vez en Armilla muchos de ellos se dedicaban a clasificar el material, dándole a los residuos diversos funciones...(alimentar animales, venta de chatarra, abono para el campo...) Hacían pues estos señores una auténtica labor de” reciclaje “ y hoy, desde aquí, quiero elevar mi reconocimiento y respeto por un trabajo digno que fue el sustento de muchas familias y contribuyó de gran manera al crecimiento económico de nuestro pueblo. 

       Los “señoricos” de la capital venían a Armilla montados en sus lujosos y adornados “carricoches” de caballos a las carreras que se celebraban en el hipódromo de nuestro pueblo, lugar que posteriormente se convertiría en la empresa “ Cenarro”, dedicada a la compra y venta de chatarra. Estas carreras de caballos se celebraban normalmente en las fiestas del Corpus. Las mujeres se ataviaban con “ pamelas” y sombreros muy elegantes y algunos niños del pueblo estábamos locos porque terminara el evento deportivo para así recoger los restos de las suculentas meriendas ( pasteles y manjares exquisitos) que allí dejaban , sin probar siquiera, dichas señoras y “señoricos“ y ponernos “como el quico” Se daba también el caso de que algunas de las personas que asistían al hipódromo pagaban una “propinilla” a los zagalones más grandes para que les ayudaran a cruzar la acequia que circulaba a un lado y a otro de la carretera general y que daba la casualidad que estaba pegando a la fachada principal de dicho hipódromo. Así no se ensuciaban sus brillantes zapatos. 




 NOTA: La foto que ilustra este artículo pertenece al archivo personal del autor de este artículo. :::::::::::::::::::::::

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