EL VIEJO AYUNTAMIENTO, EL MÉDICO DON VENTURA, LAS PRACTICANTES, LA RADIO Y ALGUNAS COSAS MÁS DE LA ARMILLA DE LOS 40.

 

                        Crónica escrita por Salvador Cantos López en la página Facebook                                                      “Armilla, recuerdos de mi pueblo”.

 


 

          

            Bueno, vamos a seguir hablando de Armilla. Empezaremos  hoy por lo que era el Ayuntamiento. Este estaba compuesto por el alcalde el secretario y un aguacil. Después de la guerra, que yo recuerde, solo hubo un alcalde, por lo menos en dos décadas, que fue Don José Ferrón, y lo sustituyó Manuel el “Maracenero”. Este señor  estuvo en el mando unos pocos años, y lo sustituyó Antonio Alonso Gamiz, el dueño de las destilerías Alonso, donde se fabricaba dos anises que alcanzaron bastantes prestigio, anís la “Alpujarreña” y anís Dauro, es sus dos versiones, dulce y seco, y otros productos menos conocidos. Este hombre no estuvo muchos años. Lo sustituyó su sobrino Enrique Alonso, para todos "Enriquito"( Le decían así a pesar de ser bastante alto y grueso). Todos estos alcaldes  fueron nombrados, como era habitual, por el gobernador civil de Granada.  Enriquito estuvo en el cargo hasta la llegada de la democracia, y fue el primer alcalde electo por la UCD, y se mantuvo dos legislaturas más. El secretario fue Don Vicente, padre de Sarita, familia muy conocida en Armilla. Estuvo en este  cargo durante muchos años. Hasta su jubilación, siempre vivió en el puente de la era en la entrada de la carretera de Gabia.            

            El municipal fue también muchos años Manuel Vico, el "Alguacil". Lo recuerdo siempre con su uniforme de botonadura dorada y gorra de plato con el escudo de Armilla.  Era un hombre afable, atento y servicial que  siempre vivió es el mismo edificio del Ayuntamiento, frente a la iglesia. En sus últimos años compartió cargo con José María el "Rondín", como se le conocía, y ese era todo el personal del Ayuntamiento.

            Es preciso señalar que en la década de los cuarenta, cincuenta, y parte de los sesenta, el pueblo tuvo muy poco crecimiento. El núcleo urbano era  la calle Real, el barrio de Napoleón y aledaños. El resto eran edificaciones dispersas y de construcción anárquica.

En el edificio del viejo Ayuntamiento también pasaba consulta Don Buenaventura, para nosotros don "Ventura". Anteriormente la consulta la pasaba en una vivienda a continuación del bar del Curro, donde vivía también Paulino Alcántara y Ángeles Suárez, esta última era la encargada de repartir los números para entrar a la consulta. Don Ventura fue un personaje muy peculiar, con un carácter muy peculiar en el trato a las mujeres. Eran muy habituales las broncas que les formaba por hablar en el portal que hacía de sala de espera, formando un auténtico guirigay. Salía y las llamaba de de todo menos bonitas. Después de pasar consulta, recorría el pueblo visitando a las personas que no podían por su estado acudir a la consulta, y lo hacía con una bicicleta con el maletín en un porta equipos delantero. Tenía un ojo clínico espectacular, era casi infalible. A pesar de ese carácter tan especial era un buen médico. A mí me trataba muy bien, seguramente por la amistad que tenía con mi padre, pues hizo la milicia universitaria en la base, de Alférez. Parece ser que los dos eran muy habituales en la cantina de aviación. Fumador empedernido igual que mi padre, cuando se encontraban por la calle en vez de saludarse, se insultaban de forma jocosa, mi padre le decía: “¡Anda, matasanos que ya no te queda nada más que nariz!”….pues la tenía bastante prominente.

Las inyecciones, había que pagarlas cuando te las ponían. Entonces se requerían los servicios de La Casilda, la madre de los "machos" y de Encarna la mujer del Matías. Ambas eran  vecinas del barrio de Napoleón. Pinchaban en su domicilio o en la propia casa del enfermo, donde acudían con su cajita metálica en la que guardaban la jeringa y agujas, y un bote de alcohol y llevaban a cabo el ritual de seleccionar las jeringas, hervirlas juntamente con las agujas….y toda la pesca.

            A los militares y empleados civiles de la Base Aérea el servicio de las inyecciones era gratis. O bien acudían al propio botiquín de la Base o bien, si estabas impedido, a tu casa acudía Pedro, un practicante, con la graduación de Cabo primero. Debía de ser de Madrid o demás arriba pues hablaba muy "fino". Era muy cariñoso con los niños. A mí se hartó de ponerme inyecciones, creo que de calcio, a consecuencia de la tosferina que tuve. En ese mismo botiquín fue donde me miraron los pulmones con rayos X y  me dijeron que tenía una mancha en los dos pulmones. Por lo visto el médico militar que me miró no sería muy bueno, ya que cuando me incorpore al ejército con 16 años, voluntario en la escuela de especialistas, me repitieron la radiografía dos veces. Veían algo raro, pero me dieron útil para el servicio. Lo raro salió en una de las revisiones que me hicieron en el trabajo, resulta de que se trataba  de que yo tengo un lóbulo ácigos,. Según me explicaron no es bueno ni malo, simplemente que  tengo un lóbulo más que los demás. Si entre los que lean esto hay algún entendido sabe de lo que se trata.

Volvamos al pueblo de Armilla. En el llamado Puente de la era existió un surtidor de gasolina conocido como el de Manolín, y el que servía la gasolina que era cuñado del dueño y que también se llamaba Manolín, también un hombre muy peculiar, soltero empedernido, y muy poco comunicativo, y extremadamente lento no solo en los movimientos, también en el habla, era muy popular en el pueblo. Pues, a lo que íbamos, el propietario del surtidor tenía en Granada una tienda de radios llamada “Radio Alas”. En esa tienda que se montaban los aparatos trabajó desde niño Ferrándiz, por problemas que no vienen al caso fue despedido y se dedicó a montar aparatos de radio en su casa, luego después montaría la tienda de electricidad junto a la funeraria de Fermín Criado. No creáis que todo el mundo podía tener una radio. La vecindad solía reunirse en las casa que tenían una, o bien para coser o bordar las mujeres, y los hombres para escuchar a Matías Prats narrar los partidos de fútbol. En aquellos años solo se podían escuchar dos emisoras en onda media, a saber: Radio Nacional de España, donde se emitía el "parte" que consistía en dar las noticias que convenía, pues no había libertad de información, y una censura férrea, y la otra emisora era la Sociedad Española de Radiodifusión, S.E.R. donde se podían escuchar los seriales radiofónicos, las canciones de moda, y el muy popular programa de  discos dedicados. Naturalmente la dedicatoria se hacía mediante pago. Esta era más o menos así: “A continuación escucharemos la canción , "Por el Camino Verde", dedicada a Pepita Sánchez de Albolote de su prometido que la quiere mucho, en el día de su onomástica”. “Para Luisita Rodríguez Soto de La Zubia de sus padres para que sea buena,”….y así una larga letanía de dedicatorias, que eran muy variadas pero en las que  era muy importante decir el nombre, los apellidos y el pueblo de residencia de la  persona a la que se dedicaba la canción (Normalmente señoras y señoritas y en alguna ocasión niños o militares que estaban haciendo la mili y las novias, desde sus lejanos pueblos, le dedicaban boleros y esas cosas).

            En la habitación donde se ponía la radio era necesario montar una antena, que era un muelle de cobre de un centímetro de diámetro y dándole la vuelta a todo el contorno del techo. De forma clandestina se podía escuchar La Pirenaica o la BBC de Londres, eso sí, muy bajito y de vez en cuando dar un vistazo por la ventana por si había alguien escuchando. A más de uno lo inflaron a ostias la guardia civil, e incluso la cárcel por una denuncia, por escuchar esas emisoras que no iban contra el régimen dictatorial imperante por entonces en España. Había gente para todo, en la década sobre todo de los cuarenta, se comentaba que había vecinos del pueblo que pertenecían al “SOMATÉN”, grupo de escucha y denuncia, a las órdenes de la guardia civil. Yo nunca escuché el nombre de ninguno, pero de más mayor si me aseguraron que existieron, y quién me lo aseguró tenía motivos para saberlo. Yo en mi casa de Armilla tengo una de aquellas radios de la marca Invicta, muy bonito, con sus teclas y sus cortinitas de tela de florecillas.

 

 

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