El alférez amante de la chiquillería y un mar violeta.

 

El alférez amante de la chiquillería y un mar violeta.

 



 

Una crónica de Salvador Cantos López publicada en la página de Facebook “Armilla, recuerdos de mi pueblo”.

 

Hoy me ha venido a la memoria un personaje que debió de tener un especial cariño por los niños, pues nos aglutinaba a todos los del vecindario de los alrededores de la base aérea. Se trataba del alférez Ángel Barba, que ocupaba la última casa que había pegada al camino de algarrobos que conducía a la entrada de la base y con la casa que ocupaban los Azpeitias que el padre, Emilio, también en aquellos tiempos era alférez.

 La casa que ocupó Barba se derrumbó la primera, las demás se mantuvieron algunos años después, y tenía un corralito al costado de tapias a media altura y sin puerta y a él daba una ventana de la vivienda. Este era mi lugar preferido para mis juegos, pues doña Lola (la esposa del Barba alférez) se asomaba a dicha ventana que estaba como a un metro de altura del suelo y me decía: “Rubillo, ¿Te canto una copla? “ Y me cantaba: “- Moreno tiene que ser el hombre que yo camele, moreno tiene que ser moreno me gusta más....”.y  aquella otra que decía: “Encima las montañas tengo un nido, que nunca nadie ha visto como es, y está tan cerca del cielo, que parece construido dentro de él ....” Los más mayores se acordarán y les podrán poner el tono y la melodía. Según recuerdo debió de ser una mujer muy hermosa, siempre muy bien peinada, con el pelo muy moreno y la parte de la frente el pelo remontado muy lo alto y tirado hacia atrás, creo que el peinado lo llamaban “Arriba España”. La familia toda eran sevillanos. Tenían dos hijos, Angelito, de mi edad, y una niña más pequeña. Transcurría el año 45 o 46.

Como decía el alférez Barba era el rey de la chiquillería de lugar pues no paraba de inventar juegos para entretenernos. Nos reuníamos bastantes niños de la misma edad; Isidro Azpeitia, Miguel Rios, Paquito y Encarnita Lupión, Manolo y su hermano Patiti, yo, y alguno más.  Si jugábamos al fútbol, el hacía de de arbitro y entrenador. En su casa nos proyectaba con un cine de juguete de aquellos tiempos marca “Nic” (un aparato muy simple y precario de cartón y hojalata pero que a nosotros nos parecía el no va más de las nuevas tecnologías)  películas de “Garbancito”, “la Bella durmiente”, o” Popeye”. Las películas de este cine tan peculiar consistían en una  especie cinta de diapositivas que pasaban dando a una manivela pequeñita a una velocidad que producían los movimientos en un trozo de tela blanca. Como no tenía sonido, claro está, el alférez  nos iba narrando lo que veíamos. También en su compañía dábamos largos paseos por los llanos del frente de la base. En  primavera buscábamos nidos de zurriagas y conjugadas, que tenía y seguirán teniendo un moñito en la cabeza. Naturalmente no nos dejaba tocarlos, y le hacíamos, un seguimiento hasta que se marchaban los polluelos. También observamos los hormigueros y no daba explicaciones de sus tareas, otras veces nos hacía mecedores en los eucaliptos del camino del orfelinato, que había bastantes más que ahora.

Por el mes de febrero o marzo, todo ese inmenso llano hasta el convento de las Carmelitas se vestía de un precioso manto color violeta, y también investigamos porqué, del suelo surgían dos hojitas de dicho color, de unos tres centímetros de largo formando como una V, y provenían de unas cebollitas del tamaño de un garbanzo de color marrón y desprendían un olor como el ajo porro, y además picaba, lo sé porque en un descuido, me comí una, y uno de los niños que me vio se fue corriendo al lado de don Ángel y le dijo lo que yo había hecho, y don Ángel dijo no pasa nada yo también la he probado. Luego a solas me dijo que no lo volviera a hacer.  

Una cosa que tengo mucho interés en saber es si el fenómeno violeta se sigue produciendo, y si alguien lo recuerda, pues era un espectáculo que, y fíjate si han pasado ya  años, aún sigo recordando con toda claridad…y cuando lo hago, la visión de esa llanura malva, como un mar mágico,  es como un bálsamo para mi alma que me alivia de los desasosiegos que nos trae el día a día…

 

FOTOGRAFÍA: Típico “Cine Nic” de los años 40

 

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