LAS VIVIENDAS DE ARMILLA (I)

 

LAS VIVIENDAS DE ARMILLA (I)

 

            Crónica de Salvador Cantos López, publicada en la página de  Facebook " Armilla, recuerdos                                                               de mi pueblo"

  


                                              Armilla, calle de los pinchos ( Hoy calle Granada) en el año 1960.              

  

            Hoy quiero hablaros otra vez de cómo eran las viviendas en la década de los 40- 50. Ya os comenté que desde la caseta del tranvía hacia la base aérea detrás de la primera línea, había otro barrio que llegaba también hasta el mismo carril que conducía a la entrada de la base. Había otra entrada donde hoy la tiene, pero no se utilizaba, pues estaba vigilada por un centinela. Como decía, había un carril de tierra con una alambrada y una hilera de algarrobos. Las algarrobas las derribábamos, los niños a pedradas o con cañas cuando las algarrobas estaban grandes, pero aún verdes. Las chupábamos y soltaban un líquido pastoso y muy dulce. Se encontraba al final de dicha calle, que entonces te llamaba de el general Varela, un pilarillo de agua potable, era el único que había en el pueblo, de dónde con cántaros de barro llamados botijas, se acarreaba el agua  hasta las casas para beber, o bien con unos carrillos de mano que algunas familias tenían construidos de madera con tres espacios en los varales dónde se introducían las botijas, normalmente dos.

 

Por la parte de atrás de esta calle, había otra llamada el cortijillo que hoy existe también, pero con viviendas nuevas y continuaba también hasta la entrada de la base,  la última vivienda que había y que debió de ser muy lujosa. Pues yo la recuerdo ya muy deteriorada pero con un estilo colonial y bastante grande, perteneció alguna familia que en el siglo XIX había llegado al pueblo procedente de Cuba, y que en tiempos de la guerra había sido expropiada por el ejército,. El edificio se llamaba Vista Alegre, y tenía las paredes, las que aún quedaban en pie, de color azul claro. Los habitantes de aquella zona acudían a extraer ladrillos y demás materiales de construcción que pudieran servirle para mejorar sus precarias viviendas, así es que no tardó muchos años en quedar hecha un montón de escombros.

 

Las viviendas en casi todo el pueblo daban mucho que desear. No había aceras ni calle alguna asfaltada, tan solo la calle Real, que estaba de adoquines hasta la misma puerta de entrada a la base. Desde el puente de la era hasta la inmediaciones del bar Kiki, la carretera y la vía del tranvía estaba más alta que la entrada de las viviendas, y solamente en algunos tramos, había zonas empedradas al estilo de las eras. Desde las tres cruces hasta el puente de la era corría una acequia de agua que salía del callejón de Parrilla, que lo llamábamos así por el dueño de una tienda que había en dicha esquina, concretamente dónde se encuentra la consulta de don Ibrahim, y se unía a la que transcurría por el camino del jueves. Algunas de las viviendas tenían el suelo empedrado y las había incluso de tierra compactada.

 

            Recuerdo que había una herramienta qué le llamábamos el pisón, qué consistía en una plancha cuadrada de hierro colado de unos 30 cm por cada lateral, y 5 o 6 cm de grueso con una especie de tubo de unos 5 cm de diámetro dónde se metía un palo de metro y medio qué servían para ir levantando y dejando caer aplastando la tierra qué se iba regando con agua. Solamente las casas de los más pudientes tenían las solerías de mármol, o lozas de barro cocido, al igual que los ladrillos que se fregaban de rodillas  con un estropajo y jabón casero. Poco después se fueron imponiendo los suelos de mosaicos prensados. En Armilla hubo una fábrica qué fue propiedad de Antonio Porcel, padre de Antonio el de los mármoles, magnífico cazador y excelente persona al que yo le tuve mucho aprecio ya que mi tío, el Rubio del Cebo, desde niño me llevaba a cazar con ellos en el portaequipos de su bicicleta. Con 18 años me compré una escopeta, y seguí bastante tiempo después cazando con la partida que formaban llamados los galgos. En la fábrica  de la que hablaba antes trabajó  el padre de Fermín Criado y varios de sus hermanos, Bernardo, Antonio y Jesús.

 

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