MANUEL EL AGUACIL.



Una selección de recuerdos de Julio Catalá



Ahora que en este mes de Febrero se cumplen 17 años de su muerte quisiera hablar de la entrañable figura de Manuel Vico Serrano, Manuel o “Manolico” el alguacil como también era popularmente conocido por algunos.

Son tantos los recuerdos, las historias, las anécdotas que sobre él tengo que me será difícil plasmar todo lo que quisiera contar. Sería necesario un libro bien gordo, así que a la semblanza de esta gran persona, me ocuparé en dos artículos, tanto hay que recordar. Me dejaré llevar por el corazón para intentar dibujar la más certera aproximación a un hombre que todos los armilleros de cierta edad estoy seguro recuerdan con cariño y que los más jóvenes, también estoy seguro, les hubiera encantado conocer.

Desde los años 40, plena posguerra, a los 80 trabajó en nuestro Ayuntamiento,( se jubiló en el 81) viviendo en sus dependencias con su familia cuando el consistorio se encontraba frente por frente a la iglesia de San Miguel. Manolo, Manuel, era el “alma”, esa alma cercana, sencilla y generosa, de una institución que estaba a la cabeza de un pueblo muy distinto de lo que es Armilla en la actualidad. Un pueblo pequeño en el que el alguacil Manuel desempeñaba múltiples funciones.

Fue un hombre al que conocí desde siempre. No se me olvida su figura con su andar característico ( una herida de guerra le había producido una minusvalía que se traducía en una importante cojera) con su uniforme gris y su gorra de plato. Mis primeros recuerdos, yo era un niño, lo asocian montado en su vieja bicicleta marchando , incansable, de un lado para otro, o con una inmensa escalera de madera al hombro, yendo a cambiar las “perillas” fundidas del alumbrado publico ( pobre iluminación, tristes bombillas de luz mortecina que hacían que , de noche, mi pueblo estara oscuro como boca de lobo).

Gran amigo de mi padre, le proveía de los sucesivos tomos de Los Episodios Nacionales de D. Benito Pérez Galdós , un montón de bellos ejemplares de novelas históricas encuadernadas en cartoné rojo ( Manuel también cuidaba con mimo los fondos de libros con los que contaba el Ayuntamiento, que podríamos decir que eran el germen de nuestra actual biblioteca) . Lo más curioso del caso es que cuando mi padre terminaba de leer el último de ellos, volvía a empezar por el primero ( “Trafalgar”, recuerdo que se llamaba).

Hombre querido y apreciado por todos y que a todos trataba desde el más absoluto respeto. Su peculiar sentido del humor y su ferviente deseo de facilitar en lo posible la vida a todo aquél que se le pusiera en su camino lo convirtieron en un personaje al que desde aquí quiero brindar mi más sincero y modesto homenaje.


( Continuará)


-Primer artículo de una serie de tres.

Foto : Manuel Vico con su hija Nieves en 1950.IMÁGEN ARCHIVO FAMILIAR.

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