MI SAN ANTÓN

Grupo de armilleros en 1961.
Archivo fotográfico Pepe Morenilla

A mediados de Enero , puntualmente el 17, llega San Antón . Recuerdo de muy pequeñica que desde que se hacía la matanza ( antes de las navidades) se preparaba ya lo que se iba a echar en la olla : la oreja, la carrillada, el hocico, las patas, el tocino, las costillas , el espinazo.. todo se salaba. Mis padres trabajaban en los talleres de avionetas de la Base Aérea y sus compañeros ( que también amigos, pues llevaban la tira de años juntos) siempre le decían:“¡Nos tienes que invitar a la olla de San Antón! “, ya que nuestra casa era bien apropiada para tal comilona ( en la parte de atrás teníamos un buen corralón que daba a la calle Tarragona en el que había sitio de sobra). Así que un buen número de matrimonios, con sus correspondientes niños se venían para nuestra casa a celebrar la fiesta ( ese mismo día si era fiesta o si no el domingo más cercano) aunque los preparativos comenzaban unos días antes cuando los amigos se juntaban para comprar las habas, los avíos para la ensalada ( el típico remojón granadino en un buen lebrillo con su bacalao, sus aceitunas negras, su cebolla......) el saco de pan, las naranjas...etc. El vino se compraba por “ cuartillas” ( dulce para las mujeres y “peleón” para los hombres) y se echaba en las típicas garrafas forradas de enea. Para los niños os niños agua fresca ( o gaseosa de esa de la bolilla. Los invitados solían traer también dulces caseros ( pestiños, roscos fritos y algunos más que ahora no me acuerdo el nombre pero ¡qué ricos que estaban!)


Grupo de armilleros en 1958

Archivo fotográfico Pepe Morenilla

El día antes a la comida las habas y lo salado de la mantaza se echaban en agua para que se remojaran las unas y soltara la sal lo otro y por fin llegaba el gran día. Todas las señoras, muy coquetas se ponían unos delantales primorosos que relucían de puro blancos y se dedicaban desde bien temprano a quitar lo negro a las habas que iban después al puchero ( que era una caldera enorme que hervía a borbotones sobre el “estreves”, en una buena fogata en un rincón del corralón )

Lo primero que hacía mi padre en cuanto llegaban todos lo niños, (entre todos éramos una buena patulea) es hacernos, con la cuerda gordota de sujetar el cerdo cuando lo cuelgan, un “meceor” en las vigas que había arriba del portón, de quicio a quicio . ¡Qué maravilla! Todo el día la casa abierta, con niños , y mayores, meciéndose en la puerta. A todo esto canción va canción viene ( mi padre las acompañaba a buen ritmo con una tabla larguilla que repicaba con una castañuela) Aquello era precioso , de verdad, me esta dando un no sé qué al recordarlo, como pena, mira tú.

A mi lo que mas me llamaba la atención era tanto crío en mi casa.. jugando . Había sitio para todos . Mi casa era puro jolgorio y bullicio, porque también mi padre invitaba a todo quisque que pasaba por la calle ( en los pueblos, ya se sabe, y más entonces, las relaciones de vecindad eran más estrechas) Parece que lo estoy viendo: las mesas ahí fuera en el corralón, la caldera con las habas a la que primero con una rasera enorme se sacaba la pringue de la matanza y se echaba en un lebrillo y luego en cada plato primero un buen cucharón de habas y luego la pringue encima.

Parece que estoy oliendo aquel guiso cuando lo removían por turnos . Parece que estoy viendo el patio bullendo de gente, de niños y mayores . Me parece oír ahora ese aire lleno de risas, canciones, chistes y juegos de palabras. Al recordar todo esto me da como una añoranza bien honda .Parece , como si fuera ayer, esos días en los que mi casa era un estallido de luz. De gente con la vida por delante y con todas las ganas y la ilusión del mundo. Al final, ya de noche, cada uno a su casa y yo “reventaíca” pero muy feliz después de habérmelo pasado bomba.

Pasaron los años y después...lo que son las cosas...Quitaron las avionetas, llegaron los helicópteros, y todo ese grupo de personas se dispersó ( a unos los destinaron a Badajoz, otros a Sevilla, a Madrid...) la vida cogió otros derroteros, lo normal, y , aunque la olla siguió de tradición en mi familia, ya no volvió a ser como entonces. Como esas grandes fiestas que se quedaron para siempre bien guardadas en mis recuerdos y que ahora desde aquí quiero compartir a través de estas líneas.


Rafaelina Moreno.

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