En el taller de José Luis Rodríguez , en Armilla, se combina la forja con otras artes de la herrería, menos artísticas, dedicándose más a las rejas y puertas, que tienen mejor salida. El artesano afirma que para que sea rentable la herrería artística hay que hacer un número mínimo de piezas. Pone como ejemplo los farolillos granadinos que se venden muy bien y de los que hay que hacer cien para que compense. José Luis realiza una reja carcelera, al barrote que trabaja lo llaman hembra porque en él se engarzan los otros.
Los agujeros los hace una punceta que cuadra el hueco por ambos
lados. La reja carcelera debe estar siempre hecha con barrotes macizos. Para
cada vuelta el barrote tiene que volver a su límite de fuego. El herrero
realiza un remate de vuelta. Cuando están hechos todos los barrotes de la reja,
se engarzan en la hembra. Los que entran se llaman balaustres y pueden ser
lisos o retorcidos aunque siempre macizos. Algún garabato o caracol anima la
sobriedad de la reja y van con la soldadura disimulada por una abrazadera. Los
trabajos terminados se sacan a la calle dejan espacio en el taller y se
muestran a los posibles compradores. En el taller se hace también la reja de
David, con pletinas que se moldean y cosen sin una soldadura. En la cizalla se
marcan las medidas de los adornos que conforman la estrella de David. Las
pletinas se rajan a media madera para que se metan las unas en las otras.
Cuando están preparados los mimbres de hierro, se montan a base de fuerza y
cálculo. Este enrejado no necesita soldaduras y suele utilizarse para la
decoración de barandas para escaleras o en cancelas que se enmarcan en puertas
de madera.
Otra especialidad de la forja es el asiento de jardín, que
fantasea con respaldares con rizos de hierro. Los adornos se fabrican con
antelación, se plantean a ver si encajan y se sueldan. Aunque los
artesanos afirman que lo poco que se vende, se marcha a los chalets de la
costa, los gustos arquitectónicos están volviendo a mirar la antigua calle del
hierro.
En Armilla, se han concentrado varios artistas
del hierro. Miguel Cantos es uno de esos forjadores cuyo principal encargo es
de estilo litúrgico ya que el principal cliente del taller es un mayorista que
abastece de ornamentos a muchas iglesias. La base del trabajo no es el barrote,
si no una ancha pletina que se retuerce por las puntas y lleva el cuerpo
señalado de remates. El remate de las puntas se abre a dos rizos que se vuelven
hacia arriba. El yunque tradicional se sustituye por un potro con dos barras
para retorcer los adornos. Para el caracoleo con pletinas más endebles se
ayudan con plantillas. Como resultado se muestra un atril para el Evangelio, un
candelabro de Iglesia, y farolas y remates de cruz. El artesano afirma que no
quiere que su hijo continuara con la forja.
[Programa “Hecho a mano” 17 de enero de 1990. Canal Sur
Televisión]
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