Una crónica de José María Sánchez Osuna publicada en su blog http://jomasaos.blogspot.com.es.
Joaquín
Galera
Al escribir
este libro he tenido momentos muy agradables y dichosos conforme he ido
conociendo poco a poco la historia, las costumbres, la vida y los personajes de
Armilla. Pero quizás lo más satisfactorio haya sido tratar a un hombre como Joaquín
Galera. Definirlo en pocas palabras sería difícil, además, ¿ quienes mejor que
los armillenses para calificarlo?. Voy a intentar en pocas líneas narrar la
historia de este deportista que en sus días se codeó con los más grandes genios
que haya dado el ciclismo, y que no fue uno de ellos por razones del destino.
A igual que
su hermano Manuel, Joaquín también nació en el pueblecito de Baul, sólo que
tres años antes, un 25 de marzo de 1940. Joaquín apenas recuerda aquellos
primeros años de su infancia, sus primeras evocaciones se producen viviendo ya
en Armilla, su pueblo.
Escribir de
Galera, es escribir sobre el deporte. Desde sus años más infantiles ya le
atraía todo lo relacionado con el deporte. Eran años muy distintos a los
actuales, la práctica de cualquier ejercicio es casi fundamental en la vida
cotidiana. En aquellos años en que Joaquín se iniciaba en el deporte tan sólo
se podía acceder a éste mediante el fútbol, y a Joaquín le apasionaba. Sus
primeros regates fueron en las eras del pueblo, con uno de aquellos balones de
piel gruesa y rugosa típicos de la época. Pero Joaquín deseaba algo más y se
esforzaba a diario con sus compañeros en perfeccionarse. Sabía que conseguiría
que el "Mister" del Arenas de Armilla se fijase en él. Y no se
equivocaba, pues a los pocos años jugaba como medio en el equipo principal.
También por
aquellos años al igual que tantos adolescentes, tuvo que ponerse a trabajar
para ayudar al padre a soportar la dureza de los tiempos. Su primer trabajo,
que recuerda con un gran cariño, fue de hortelano en un campo de patatas, tenía
tan solo doce años. Y me contaba Joaquín, en una de las muchas conversaciones
que mantuve con él, que ganaba un duro, y no sabía precisarme si a la semana o
al día.
Por aquellos
años, descubrió que existía algo, aparte del fútbol, que le atraía
terriblemente, eran las bicicletas de carrera. No recuerda cual fue la primera
ocasión en que se fijó en alguna de ellas. Aunque supone que sería en algún
noticiario del NODO en que vio ascender por las carreteras como si de un
meteoro se tratase a Bahamonde, o quizás en alguna de las pocas carreras que se
celebraban por aquel entonces en Granada. El hecho es que decidió comprarse
una, pero era imposible con el dinero que percibía. Tendría que buscar un
trabajo adicional, y lo encontró como repartidor de patatas en las tiendas.
Los que
siguieron fueron unos meses sin descanso, en los que Joaquín no podía
permitirse un momento de tranquilidad. La bicicleta costaba mucho dinero, y
sobre todo muchos sacrificios.
<<‑‑Aquella
primera bicicleta‑‑ me contaba Joaquín ‑‑ fue toda una Odisea, hube de
comprarla pieza a pieza y luego ir armándola. No recuerdo los meses que tardé.
Lo que sí recuerdo era cómo, al finalizar las jornadas de trabajo, me acercaba
a la tienda y un día compraba los cambios, otro el manillar, y así poco a poco.
>>
Una mañana
de domingo comprobó que el esfuerzo había valido la pena, y que ya tenía
aquella bicicleta fruto del sacrificio y la constancia.
Pedaleó
hasta el límite de sus fuerzas, y pensaba mientras lo hacía que era tan veloz
como el viento, en la carretera no había ciclista que lo pudiese alcanzar. Las
cuestas apenas se notaban, y en las bajadas no rodaba, volaba. Su sueño era
toda una realidad.
Le gustaba
paladear aquellos entrenamientos que organizaba en sus días libres de bajada a
Motril. Qué sensación la de recibir en su cuerpo la calidez de la temperatura
de la costa, o la impresión a la vuelta de sentir el poder de sus piernas al
subir aquellas pendientes inacabables.
Aquel año
corrió por libre en sus carreras, tan sólo tenía el ánimo de sus vecinos, de
sus amigos. Corrió una carrera en el Zaidín, la primera, y quedó tercer
clasificado.
La ilusión
era muy grande en el muchacho, no le importaba tener que levantarse de
madrugada para entrenar, aunque después tuviese que ir a poner ladrillos y
hacer cemento en la obra donde trabajaba. Meses atrás había dejado el trabajo
de repartidor de patatas por el de albañil, pues le era más rentable.
Participaba
en todo, lo de menos era ganar, aunque casi siempre lo hacía. Entre las
victorias que recuerda con más estima de aquella época es la Subida al Parque
de Invierno. Quedó primero, y recibió un buen premio en dinero.
<<‑‑
Aunque trabajaba en la construcción ‑‑ me contaba‑‑ me era más rentable correr
y entrenar. Pues nada más que con llegar en una carrera en los primeros puestos
de la clasificación, me hacía ganar mas dinero que si hubiese estado trabajando
toda la semana. De hecho, como albañil estaba ganando unas trescientas pesetas
cada semana, y como corredor obtenía unas mil quinientas pesetas siempre que me
colocara en una buena posición. >>
Se acercaba
el momento de hacerse profesional, pero aún había que atar varios cabos. Entre
ellos, consolidarse algo más como amateur, y para ello le era imprescindible
poseer una buena "máquina". Pero una bicicleta para profesional
costaba mucho dinero, y él no lo poseía. Antonio Almazán, un mecánico de
bicicletas, trajo una de Barcelona y se la ofreció, era la que necesitaba y
valía un dinero que no tenía. Por ello se dirigió al Presidente de la
Federación de Ciclismo de Granada, Don Antonio Rodríguez, para que lo orientara
en la forma de poderla conseguir. El buen Presidente que siempre estaba
dispuesto a ayudar a cualquier ciclista le prestó el dinero, Joaquín recuerda
este hecho con profunda emoción.
Es en 1.961
cuando Galera ficha en un equipo de profesionales, concretamente con el Kas. En
este mismo equipo se encontraba también el corredor de Alhama de Granada,
Gregorio Jiménez Quiles, ambos ya se conocían e hicieron una buena amistad. El
sueño de Joaquín se había hecho realidad, ahora tan solo debería dar todo lo
bueno que llevaba dentro de sí. Y en Joaquín era una labor fácil, pues siempre
y a lo largo de toda su vida, ha entregado lo mejor de él para los demás.
Al siguiente
año, de nuevo cambió la vida del corredor, esta vez era por el Servicio
Militar. El destino fue Pamplona y la suerte estuvo de su parte. El ambiente
del cuartel y los mandos lo apoyaron en todo lo que pudieron. Gracias al
comandante y al teniente coronel, Joaquín pudo continuar con sus entrenamientos
y no tuvo la necesidad de rechazar la oferta que le hizo el equipo Licor 43.
Aunque en ese mismo año fichó además por Pinturas Ega de Vitoria.
<<‑‑
Tenía que trasladarme muy a menudo desde el Cuartel hasta Vigo para cobrar la
nómina de ciclista. Eran muchos los kilómetros que hacía en la bicicleta para
tal fin‑‑ nos cuenta Galera‑‑ pero valía la pena.>>
En aquella
temporada Galera pudo correr su primera Vuelta a España, pero debido a un
malentendido del jefe de equipo que pensó que no darían permiso a su corredor,
lo reemplazó por dos ciclistas franceses.
Una vez
finalizado el Servicio Militar, y hasta el día de su retirada fueron años de
una gran actividad ciclista. Participó en todas las pruebas más importantes,
incluido Giro y Tour, en esta prueba reina ganó una etapa. Pero las verdaderas
proezas y victorias de Joaquín Galera transcurren en las subidas, era uno de
los mejores escaladores de la época. En los periódicos han quedado buenos testimonios
de aquellas escapadas, subiendo al Arrate, aquellas victorias en la Reineta, o
aquellas emocionantes y sufridas escaladas al Naranco o a los Valles Mineros.
Siempre se podía ver al armillense en primer lugar camino de la victoria.
En las
subidas al Naranco logró batir el record que ostentaba el héroe de su infancia
Bahamondes. Fue la subida más llena de emoción, angustia y sufrimiento que
Galera podía imaginar. Conocía muy bien la superficie que había que correr,
sabía perfectamente cuando debería atacar, pero también sentía el peso de la
responsabilidad. En el primer kilómetro y medio escapó del grupo, faltaban tres
largos kilómetros interminables, había que administrar bien las fuerzas para no
sufrir ningún desfallecimiento. Consiguió llegar el primero a la cima, ahora
tan sólo quedaban algo más de mil metros de bajada hasta la meta, era cuestión
de meter la cabeza entre el manillar, y volar. Y voló y batió un record que
hasta entonces había estado en poder del gran Bahamonde. Esas eran las gestas de
Joaquín, gestas que se repetirían en distintas ocasiones, como en la que llegó
pinchado a la meta tras recorrer cinco kilómetros con tan solo una rueda en
buenas condiciones.
La carrera
de Joaquín se interrumpió el día en que su hermano Manuel sufrió el accidente
fatal. Tardó cerca de dos años en poder volver a montar una bicicleta, cuando
lo hizo fue para promocionar algo tan hermoso como el memorial "Manuel
Galera", que se corre todos los años en Armilla y ha llegado convertirse
gracias al esfuerzo de este hombre en uno de los certámenes más conocidos a
nivel nacional.
Pero no
acaba la labor de Joaquín con esta obra, posteriormente crea y dirige una de
las Peñas Ciclistas más conocidas de Granada,"Peña Ciclista Joaquín
Galera", en la que se inician niños y muchachos amantes del deporte de las
dos ruedas y que sueñan, al igual que un día lo hizo su maestro, en hacerse
profesionales y correr las grandes vueltas.
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